DESCRIPCIÓN DE LA SITUACIÓN: BUSCANDO INCENTIVAR EL USO DE REDES SOCIALES CON EL SIMPLE OBJETIVO DE PONERSE EN CONTACTO. POR UN LADO, UNA PERSONA DUEÑA DE UN BODEGÓN Y POR EL OTRO, UN GRUPO DE PERSONAS CON HAMBRE, O SEA NOSOTROS.

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@antigourmeteros los esperamos cuando quieran conocer el Café Bar Defensa.

Listo. Si nos dicen que tenemos que ir, nosotros vamos.
Fuimos.

EL LUGAR

Esquina de Defensa y Cochabamba, San Telmo, miércoles a la noche. Una cuadrilla antigourmetera entró al lugar blandiendo los tenedores en la mano al grito de “¡Si nos organizamos, comemos todos!”.

La verdad es que si nos hubiésemos puesto de acuerdo para ir tan mal vestidos, no nos hubiese salido tan bien. Había 2 opciones: o veníamos de una despedida de soltero o íbamos a una fiesta de disfraces. De haber llegado en el trencito de la alegría todo hubiera tenido más sentido, pero no fue el caso.

Eramos un total de 7 especímenes vestidos con atuendos por demás de eclécticos. Había jogginetas, pantalón corto de básquet (después cubiertos por un joggin’), jeans, camisas, remeras, una camperita con capucha, un buzo de Sarmiento de Junín, una campera rompeviento negra, mocasines, zapatillas de básquet, panchitas y llegando al extremo del ridículo: un gorro coya.

Un cotolengo en su máximo esplendor.

Cuando entramos por la puerta de la esquina del lugar, notamos que todos los comensales nos miraban como forasteros. Parecía una película del Far West cuando llega un desconocido a una taberna y se tensa el ambiente hasta dar la impresión de que en cualquier momento se arma un tole-tole milenario.

El dueño del lugar se acercó y nos dijo:

¿Ustedes son los Antigourmet?

¡La carita! Probablemente se deprimió, pero no sabemos si fue porque nos vio la cara de hambre o porque esperaba que le cayera Mirtha Legrand con 6 integrantes de Bailando por un Sueño.

La cuestión es que una vez que intercambiamos las primeras palabras todo anduvo de las mil maravillas y casi nadie le prestó más atención a la vestimenta (excepto una señora que nos miró de arriba a abajo toda la noche sin poder entender la falta de glamour).

DE UN LUGAR ACOGEDOR Y UN PRECIOSO VIAJE EN EL TIEMPO (PARA ATRÁS, OBVIO).

Honestamente, cuando uno pasa por la puerta de este bar, es probable que piense que se trata de un clásico cafetín tradicional de barrio, de esos que afortunadamente todavía existen en Buenos Aires y que nuestro amigo Carlos Cantini de Café Contado, sabe reseñar tan magníficamente. Claro, a primera vista no da el aspecto de ser un reducto de aquellos que tanto apasionan al equipo Antigourmet. Afortunadamente, nosotros NUNCA nos guiamos por las apariencias.

Si nos dicen que se come bien, lo testeamos. Y cuando te digo lo testeamos, te digo que nos llevamos puesto todo lo que se les ocurra poner sobre la mesa (una vuelta Maxi se comió un pedazo de individual de papel, pero esa es otra historia).

Nos atendió Gerardo, el encargado, que nos acomodó en una mesa laaaaaarga (en realidad eran cuatro mesas chicas, de distintos tamaños, puestas una al lado de la otra, como un dominó) y nos trajo unas paneras llenas de delicias calentitas, como para ir arrancando. En nuestra experiencia bodegonera, en general, hemos notado que no se le da demasiada importancia al pancito de la previa; suele ser normal, tirando a duro y bastante desabrido. Pero la gente del Café Defensa se toma el trabajo de acercártelo en óptimas condiciones: crocantito por fuera, blando por dentro, calentito y con manteca para acompañar. Buenas señales.

Arriba de las mesas te tiran unos individuales con un poco de la historia del lugar, hechos de papel reciclado (siempre hay que cuidar el planeta, vio) y cuando agarrás la carta te sorprende su originalidad. Tiene tapas de madera, atadas con un hilo (o piola como dijo alguno por ahí) y es enorme en cuanto a tamaño; no tanto en cuanto a cantidades de platos. Creemos que se usa como elemento contundente en el caso de que se armen disturbios por el barrio, porque te dan un tablazo de esos en la cabeza y terminás en la Urgencia del Santojanni a los 25 segundos.

¿Se acuerdan del programa “Polémica en el Bar”, con el tema “Cafetín de Buenos Aires” de Discépolo y Mores? Bueno, probablemente se hayan inspirado en un lugar como éste para componerlo. Es una esquina bastante chica, tiene alrededor de 25 mesas, con un machimbre oscuro del año del ñaupa pero en excelentes condiciones, calefaccionado con dos pantallas a gas y cuadros con referencias futbolísticas y españolas (en algunos casos, ambas juntas; en otros, por separado, como el del Club Atlético San Telmo “una pasión azul-celeste”, o una foto del Diego con la camiseta del Sevilla).

Ahí nomás, después de meternos tres o cuatro cachos de pan cada uno, nos pusimos a preguntar por la historia del lugar. Resulta que el bar está abierto desde 1930 (sí, allá por la época de la gran depresión yanqui) y tuvo tres dueños, todos españoles, llamados Marcelo, Paco y Blanco Marcial. Éste último es el único que está vivo, tiene como 90 años, y sigue siendo el dueño del local. Pero desde hace dos años lo agarró Gustavo y la verdad que lo lleva de diez.

Vamos a tratar de hacerle una nota a Marcial en nuestro programa de radio. Está complicado, pero lo vamos a intentar.

UN MONTÓN DE DATOS INDISPENSABLES PARA UN ANTIGOURMET.

Dato 1: si te querés dar una vuelta, podés hacerlo el día que quieras y en el horario que se te cante. Es una locura total. Está abierto de lunes a lunes desde las 7 de la mañana y al cierre. Nosotros nos fuimos como a la 1 y media de un miércoles y seguía abierto. Por ahí te encontrás con algún futbolista o periodista deportivo (Tato Aguilera, Lito, Leto, entre otros) o incluso a algún músico.

Dato 2: tiene la curiosidad de ser la «Sede de la Peña de Hinchas del Club Sevilla en la Argentina». Es más, vas a encontrar una bandera enorme con la leyenda “Sevilla Supercampeón Antibéticos”. ¿Cómo es que un café de San Telmo, se convirtió en la sede de la Peña del Sevilla? Bueno, es un misterio que aún hoy los antigourmeteros estamos tratando de descular.

Dato 3: tiene envíos a domicilio, pero estrictamente limitado a 20 pedidos. Así que si sos el 21, vas a querer romper una ventana con el teléfono o, mejor todavía, vas a tener que darte una vueltita de manzana para que te lo preparen así te lo llevás a tu casa.

Dato 4: al otro día, un integrante del antigourmet jugó el 20 a la cabeza, $50, nacional y provincia. No ganó ni un peso.
Si tiene algún problema de adicción al juego, haga clic aquí.

Dato 5: servilletero de Sprite con resortes, sifón de vidrio y gaseosa de 2 litros y cuarto. Fin. Hay que ir.

ENTRADAS

A esta altura ya teníamos un hambre irrefrenable, así que le dijimos a Ramón, el mozo con ocho años de experiencia en el Café Bar Defensa (pero muchos más en otros lugares), que nos marche unas entradas. Ahí nomás nos tiró un pedazo de papel y una birome bic, azul, trazo grueso sobre la mesa. Lo miramos y nos dijo:

“Anoten las entradas y vamos marchando.”

¡Paaaaaa! ¡Las caras de desconcierto! Primero pensamos que era una especie de servicio militar. Después de eso, si Ramón gritaba «cuerpo a tierram 100 lagartijas», ni el demente con el gorro coya en la cabeza iba a desobedecer la órden impartida.

Pero tras discusiones de todo tipo en torno al método, llegamos a la conclusión de que es un gran modalidad. No hay forma de pifiarle así. Si vos anotás lo que querés, después no podés decir que el mozo te trajo cualquiera. Es como firmar un pedido de morfi ante escribano público.

Nos pusimos a anotar y seguimos charlando.

Aviso para los antigourmeteros: hay que ir con paciencia. Saber comer es también saber esperar. Si estás apurado, andá al autoMac y que te sirvan una McPodóloga con doble cuarto de huéspedes.

De repente, apareció Ramón con el pedido, cuyo contenido fue:

Rabas a la romana: el autobús mágico de las rabas fue el apodo que surgió en la mesa, nos pareció genial apenas se dijo, pero después no entendimos porqué. Una buena porción, con muchas rabas, crocantes por fuera, tiernas por dentro, todos pudimos probar y deleitarnos con ellas. Se ve que el calamar era un bebé de pecho, porque se te deshacían en la boca.

Jamón crudo con rusa: muchas veces pasa que pedís crudo con rusa y te vienen cuatro fetas que parecen cortadas por un maestro ninja de lo finitas que están. Bueno, acá no es el caso. Te traen unos pedazos de fiambre que parecen cortados con una moladora de lo gruesos que son. ¡Y la rusa! ¡Qué buena estaba la rusa! Era la Anita Kournikova de las ensaladas (antes de ponerse a salir con Enrique Iglesias, que es el menos copado de los Iglesias, nada que ver con Julio, un crá). Todos los ingredientes eran frescos, se notaba que estaban cortados a mano, no de esas horribles que vienen en lata y le meten mayonesa. Ahhhhh, y la mayonesa, nada de rebajarla con vinagre para que dure más. Era posta. El jamón venía con bastante grasa, cosa que siempre se puede sacar. Y para el gusto de algunos de la mesa, excesivamente salado. Pero en general el plato va muy bien y es una parva.

Tortilla a la española: acá se pudrió un poco el ambiente de la mesa. Pasa que el encargado de tomar el pedido, es decir, de anotar en el papel para dárselo a Ramón… se olvidó poner “babé”. Y entonces eso le bajó el puntaje, pero por error nuestro, no de la cocina. El especialista desafió a un duelo de grisines (gana el que le mete el grisín en el ojo al adversario) a quien había omitido la palabra clave en la tortilla. Por suerte no llegó a mayores, gracias a la intervención de otro de los antigourmeteros que los hizo entrar en razón diciendo que era un desperdicio de un buen par de grisines y que podían usarse con los restos de la ensalada rusa. Volviendo a la tortilla, tenía una altura más que considerable y una cantidad importante de chorizo colorado. Creemos que si la pedís babé, es una vara difícil de superar.

Con esas tres arrancamos, pero obviamente el equipo estaba lejos de quedar satisfecho, así que fuimos a los principales.

PRINCIPALES

Lo cierto es que desde que entramos vimos un par de bellezas anotadas en un pizarrón que automáticamente llamaron la atención del grupo. Y eso fue lo que pedimos, obviamente post-asesoramiento de Ramón sobre porciones, gustos y demases.

Antes de arrancar con la descripción, hay que avisar que los platos en general son para una persona; los podés compartir si vas con una mina y ella está haciendo la dieta de Laura Ubfal; si no, por ahí te quedás un poco corto.

Espaguettis caseros con salsa de camarones: a ver… para ilustrar lo que produjo comer este plato, hay que apelar a los recuerdos de la niñez: La dama y el vagabundo. ¿Vieron la escena donde los dos perros se comen el plato de fideos en la calle y terminan dándose un beso? Bueno, ese es el ruido que uno hace cuando le entra a este plato. Es como un FSHHHHHHUP, seguido de un MMPPPPP. Ojo, guarda con los camarones porque si hacés lo mismo que con los fideos y se te manda alguno por el otro conducto vas a terminar llamando a Mundo Marino para que te lo vengan a sacar del esófago. Trae una cantidad impresionante de camarones, lo que le da un gusto especial a la salsa, que además tiene morroncitos y cebolla.

Entraña con guarnición (en nuestro caso, papas españolas fritas de rechupete): te traen dos tiras enormes de entraña en una bandeja, ideales para compartir con la doña si no es una voraz devoradora. Excelente complemento.

Suprema rellena de queso azul y cebolla en salsa de verdeo y puerros con papas pay cortadas a mano: ¡Fahhh, qué nombre le metiste! Nótese la honestidad bodegonera del plato. Tiene un nombre más largo que pedo de víbora, pero así y todo no miente absolutamente en nada. Es una suprema. Con queso azul y cebolla. Que tiene una salsa de verdeo y puerro. Y viene con papas pay. Cuyo corte es producido por una persona que trabaja en la cocina y que ejecuta el corte de la papa con su propia mano. Acá nos surgió una duda, porque la mano del tipo debe tener un filo tremendo. Pero lo dejamos pasar.

El plato es un despelote de sabor. Te viene una suprema de tamaño normal tirando a grande, pero adentro tiene un montón de queso azul (roque para los amigos) y cebolla picada chiquitita. Arriba de eso le meten salsa como para hacer dulce. Y todo eso viene acostado sobre un millón de papas bien fritadas. Miren lo bueno que estará que, dado que éramos siete, tuvimos que marchar una segunda vuelta. Y ojo que el Antigourmet no es muy dado a las repeticiones de platos (por eso de que segundas partes nunca fueron buenas, nomás). Más allá de que estaba excelente, el plato suma mucho por su originalidad. Y lo mismo pasa con el siguiente en la lista.

Bondiola de cerdo en salsa de mostaza con «volcán de papas»: ¡Plato polémico! Tuvimos un quilombo ético. El tema fue así… por las redes sociales avisamos que estábamos en Café Bar Defensa y pedimos recomendaciones de platos. Nos llegó este nombre y cuando lo leímos en voz alta se pudrió todo.

La expresión «volcán de papas» provocó que la temperatura suba a límites insospechados. Argumentos y acusaciones de todo tipo volaban de lado a lado. A favor y en contra. Como por ejemplo:

Dale, y después de acá nos vamos a un spa.

Boludo, es un volcán! Es grande y tira lava, hay que pedirlo.

Ahhh, pero cómo se vendieron al sistema. Este grupo se divide hoy!

Salame, si a vos te dicen: Papas Terminator, no las pedís?

Yo me voy de este grupo de giles. Les gusta la gilada. Giles. Giles. Todos giles.

Esto es un volcán. Explota en cualquier momento y mata gente. Hay que probarlo si o si.

Se podrán imaginar la cara de miedo de la señora en la mesa de al lado, que además de seguir horrorizada por nuestra vestimenta, no podía creer que estábamos discutiendo por el nombre de un plato. Había una sola forma de solucionar esto: llamar a Ramón. Le preguntamos por la metáfora del plato y el tipo nos contestó:

Chicos, son 2 papas ahuecadas llenas de queso, cebolla y salsa de mostaza.

¡Pero ponele «papas ahuecadas» campeón! – se escuchó desde el otro lado de la mesa.

Automáticamente Ramón nos dio la razón y cuando miramos para el costado, la señora, también nos validó la afirmación, entrecerrando los ojos y haciendo un movimiento de aprobación con la cabeza. Toda una señal de apoyo. Lo pedimos.

¡No se imaginan lo bueno que está!

Vamos a tratar de ponerlo en palabras: son dos pedazos tremendos de bondiola, muy tiernas y sabrosas, bañadas en una salsa de mostaza bien cremosa, y acompañadas por dos «papas ahuecadas» re contra llenas de queso, cebolla y bañadas con la misma salsa. Un delirio. Ideales para comerse un kilo y medio de pan, ponchando en ese manjar. Si había una panadería cerca, juramos que nos cruzábamos a pedir un kilo de miñones, aunque sean de ayer.

Indescriptible lo bueno que se pone cuando cortás la papa y empieza a mezclarse todo en el plato. No te das una idea. Parece un agua termal para las bondiolas. El Howard Johnson un poroto, mirá lo que te digo. Insistimos en que es un plato polémico por el nombre, pero una vez que le metés tenedor, te olvidás de las cuestiones semánticas y te agarra una pasión bondiolesca indescriptible.

Al otro día, y no conformes con la resolución del debate sobre los volcanes, recurrimos a la opinión experta de una fiel seguidora antigourmetera. La antropóloga, especialista en alimentos, Gabriela Polischer fue la víctima de nuestro grupete para que nos aclare los tantos. Y más allá de que nos dio una clase magistral sobre el tema, la conclusión que arrojó luz al debate fue:

Esos no son volcanes, cuanto mucho son chimeneas.

Clara y contundente. Y para colmo es un término que puede cuajar perfectamente con el espíritu contestatario del Antigourmet. Marche una milanga a la chimenea para la mesa 8.

POSTRES

Con el envión que veníamos encaramos los postres sin pensarlo.

Queso y dulce: el ya tradicional postre antigourmetero, “lindo ladrillo” según el experto. Buena calidad del queso, con un sabor bien saladito que contrarrestaba con el dulce del dulce, claro está. Para eso fue inventado, ¿no?

Flan Mixto: postre para un solo comensal y sin demasiado hambre. Lo impactante del postre fue la catarata de dulce de leche que caía por uno de los costados. Ahí nomás le cayó el nombre de Flan Mixto del Iguazú. Caserito, como debe ser.

Panqueque de dulce de leche: Dos, como generalmente vienen. Caseros, con buena masa y quemados. No es de los mejores que comimos, pero tampoco están para despreciar.

Budín de pan Mixto: otro punto controversial de la noche. Pero la controversia fue con la Bestia Maxi. Es el postre que nos recomendó Gerardo, así que obviamente lo quisimos pedir. Pero nos avisó que quedaba uno solo, así que apenas Ramón lo trajo, la Bestia nos primereó y se lo lastró de punta a punta. Fue el único que lo probó, así que habrá que tomarle la palabra en cuanto al puntaje. Según contó, tenía unos cimientos de manzana que le daban un gusto especial. Todas leyendas, imposible verificarlo.

Banana con dulce de leche: clásico de clásicos. Un montonazo de dulce de leche, y en el medio las bananas pidiendo auxilio cual escena de Baywatch pero sin Pamela Anderson corriendo.

CONCLUSIÓN

El Café Bar Defensa es una esquina de San Telmo que merece pegarse una vuelta y probar su cocina. Es un lindo viaje en el tiempo, para sentarse tranquilo, a comer algo rico y a buenos precios. El ambiente futbolero y la buena onda de la gente que lo lleva adelante es un plus a su buena comida.

Fíjense si la habremos pasado bien que terminamos sacándonos una foto con Ramón en la puerta del Bar, todos abrazados.

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